Se han distanciado de la mayoría porque comen, viven y visten mejor, viajan y veranean en hoteles, tienen internet y programación de canales extranjeros, contratan servicios domésticos, pero se hace difícil establecer la marca y cantidad de su riqueza.
Las canciones de regueton, las películas recientes, los posts de muchos blogueros, los cometarios de la gente común y hasta las columnas del Granma hablan hoy de los "nuevos ricos" cubanos. Reciben diplomas del Banco Popular de Ahorro (BPA) por haber llegado a millonarios en pesos cubanos, gozan de una mejor calidad de vida que la mayoría de sus connacionales y a diferencia del reducido círculo gobernante, no deben obediencia ideológica al poder (aunque la muestran si se lo exigen).
Se han distanciado de la mayoría porque comen, viven y visten mejor, viajan y veranean en hoteles, tienen internet y programación de canales extranjeros, contratan servicios domésticos, pero se hace difícil establecer la marca y cantidad de su riqueza.
El intelectual disidente Manuel Cuesta Morúa opina que “el verdadero poder en Cuba está en manos de una sola familia, la de los Castros, muy parecida a la familia de poder que había en Latinoamérica en los años ’80, alrededor de aquellas 14 familias tan nombradas entonces”.
“Las personas que ostentan sus autos modernos empiezan a distanciarse mucho de la gente que tiene que usar el transporte público –indica Cuesta Morúa- o del regreso institucional de la bicicleta. Hay una división muy clara de la sociedad, que no tiene en Cuba, relación con la productividad, porque Cuba no produce nada, sino con el acceso a los privilegios y el acceso a las remesas desde el exterior”, finaliza.
Según el periodista Julio Aleaga Pesant “habría que hablar del precedente que se crea cuando desaparece la ‘clase media’ a inicios de los años ‘90. Hasta esa fecha existía una cúpula del poder que era la única que gozaba de las prebendas, los viajes, los autos Lada, en fin”. A partir de ahí -dice Aleaga- esa distribución de las riquezas empieza a romperse y se establece otra jerarquía, de dinero, de capacidad de compra, que es lo que está sucediendo en estos años.
Pesant cree que las diferencias van desde el círculo reducido del poder, los funcionarios militares con acceso a determinadas riquezas, empresarios y artistas plásticos muy exitosos. En otro nivel pueden estar artistas, creadores y profesionales cuya competencia les permite salir y entrar del país, asistir a eventos en el extranjero, etc..
El ingeniero informático Rolando Rodríguez Lobaina se considera un hombre que lleva a diario el pulso de la calle, y afirma que el imaginario popular ubica en un lugar a una intelectualidad con bastante acceso a viajes y a dinero, a renglón seguido esos escalones se le difuminan, y aparecen quienes reciben dinero del exterior. Las pistas para identificar a quienes tienen dinero ya no se reducen a un carro o una casa pues muchos los han adquirido por herencia y eso no asegura precisamente ‘tener dinero’.
La bloguera independiente Regina Coyula, reside en uno de los barrios más lujosos de La Habana y da cuenta de los drásticos contrastes que se dan día a día. Coincide con otros entrevistados en que a pesar de la miseria reinante, en Cuba hay nuevos ricos.
“Hay gente que se ha enriquecido producto del trabajo honrado, en base de su esfuerzo personal, de la inteligencia y la dedicación que le han puesto a su proyecto y hay otros que lo hacen por vías ilegales. En ese abanico están quienes lo logran con el negocio de las drogas, vendiendo carne de res o de caguama, o desde los manejos de una empresa extranjera”, explica y apunta directo a “los dirigentes a quienes no les hace falta ir ni bien ni mal en la economía, a los que se puede calificar de ricos sin necesidad de contar con el dinero. El rico habitual paga por los servicios como las vacaciones al extranjero, pero a estos de la dirigencia, aunque no tienen dinero en el bolsillo, no les hace falta tampoco porque si vacacionan o quieren realizar alguna actividad no es con el dinero con lo que cuentan, a diferencia de la mayoría de la población”, concluye.
Ciudades como La Habana y Santiago de Cuba muestran enormes diferencias en su desarrollo social. Por eso medir el surgimiento de individuos con recursos económicos que están visiblemente por encima de la mayoría se hace desde otro ángulo. La periodista independiente y filóloga Yusmila Reina Ferrera así lo confirma.
“La gente identifica a los nuevos ricos, porque el oficialismo se encarga de señalarlos, de hablar de ellos, pero todo el mundo sabe quiénes son los que estaban antes, que son los del gobierno. La gente no se imagina cuánta riqueza tiene los de la cúpula del poder. Cada vez que sale un documental, algún material sobre ellos o sus familiares, es algo trascendental y es prohibida su circulación”, señala
“Aquí en Santiago de Cuba se identifica al que tiene dinero por la ropa que usa, la casa protegida con rejas o el carro que tenga (aunque no sea de último modelo, pero que esté bien cuidado)”, dice Ferrera, quien imagina las clases sociales como una piramide y ubica entre los más afortunados a "las jineteras que han tenido éxito, los proxenetas que están asociados a ellas y que "especulan", es decir, se exhiben con lo que tienen en los lugares que venden en CUC, estos tienen acceso a tomarse una cerveza, comerse un pollo frito, y eso se nota por las condiciones de vida tan malas que tiene la mayoría de la población que ve esto como algo imposible”.
La autocracia criolla tolera a ricachos, mazorcas, bisneros o macetas, siempre que demuestren fidelidad pública, sean cooperativos, no se "señalen" demasiado, no se interpongan en el camino y, sobre todo, siempre que jueguen con la cadena, pero no con la fiera herida.
Fuente: Martinoticias
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