El exprisionero político Normando Hernández, junto a su esposa Yaraí Reyes.Foto: EFE |
El ambiente me envolvió en su atmósfera. El cálido clima saturado de humedad abrazaba mi piel haciéndola llorar. El aire trasladaba el inconfundible olor de cebollas fritas… Mi nariz se deleitaba diferenciando todos los aromáticos olores de la comida criolla. Los ojos guiados por el olor captaron el pan con bistec de cerdo, el arroz congrí más negrito que he visto en la vida, la yuca con mojo, el lechón asado que hacía agua la boca con solo verle el brilloso y tostado pellejo. Los exquisitos chicharrones de viento me decían: "Cómeme". Las tripas se retorcían con deseos de devorarlo todo. Nada escapaba a mis sentidos.
Con el pelo color del sol y los ojos con los tonos verde-azul del mar me miraba una esbelta mujer que pacientemente esperaba hiciera mi pedido. La oferta era tan variada que en verdad no sabía por qué jugo decidirme. Los hay de papaya, chirimoya, guayaba, anón, tamarindo, mango… y cuantas frutas existen en la naturaleza. Cuando me decido y en mi inglés de guan, tu, trí… le digo: Pleace, one mango juice. La chica de senos atómicos sonríe y me dice: "Habla en español que soy tan cubana como tú". Es cuando me doy cuenta que viviré en la séptima provincia de Cuba. La provincia que está separada de la patria a 90 millas, pero que es libre. Donde el idioma ya no es una barrera para los cubanos.
Inmediatamente, de ambas partes, comenzaron las preguntas: ¿De qué parte de Cuba eres? ¿Hace tiempo que vives aquí? ¿Cómo te llamas?... Al escuchar mi nombre la belleza latina que tengo delante me extiende su mano y me dice: "Bienvenido a tierra de libertad. Yo te he visto por televisión. Tú eres uno de los 75".
Otros cubanos que escuchaban la conversación se acercan, me dan la bienvenida y me preguntan por mis hermanos de causa. Los que quedaron en Cuba. Los que no aceptaron el destierro como condición de libertad. Y es cuando con orgullo infinito hablo del Dr. Oscar Elias Biscet, de Ángel Moya, Librado Linares, Pedro Argüelles, Eduardo Díaz Fleitas, Héctor Maseda, José Daniel Ferrer, Iván Hernández, Arnaldo Ramos, Guido Sigler, Diosdado González y Félix Navarro. Doce apóstoles que decidieron continuar luchando en la primera trinchera de combate.
Les cuento que los doce patriotas no están del todo libres pues salieron de la cárcel chiquita bajo Licencia Extrapenal, para vivir en la cárcel grande con una espada de Damocles encima de sus cabezas. Que ya muchos de ellos han sido amenazados, golpeados, detenidos y torturados por los esbirros de los hermanos Castro, pero que nada ni nadie los detendrá para que continúen luchando por la libertad y la democracia de todo un pueblo, porque son de estirpe mambisa. Que los doce apóstoles merecen nuestra admiración, respeto y apoyo.
A los cubanos con los que conversé en el palacio de los jugos les hice saber que Miami era mi penúltimo destino, una parada transitoria en mi vida. Me regalaron dinero, no permitieron que pagara lo que consumí y brindamos con un refrescante jugo de mango por nuestro regreso a una Cuba libre y democrática
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